Emociónate

Cada uno de nosotros hemos sentido diferentes emociones a lo largo de nuestra vida, ¿pero qué es una emoción? ¿Cómo la definirías?

¿Qué es una emoción?

A pesar de que las emociones forman parte de nosotros, nos resulta difícil saber qué son, para qué sirven o incluso ponerles nombres. En realidad, las emociones son simplemente reacciones psicofisiológicas que representan intentos de adaptación al medio. Dicho de otro modo, son atajos para poder dar una respuesta rápida a situaciones importantes para nosotros. Son maneras de reaccionar, pensar y sentir prefijadas que se dan de manera automática ante un determinado acontecimiento. Por ejemplo, si vemos una serpiente (situación peligrosa), se activará nuestra emoción de miedo, y automáticamente pensaremos “Cuidado con la serpiente, es peligrosa, te puede morder”; sentiremos tensión, empezaremos a sudar, el corazón nos latirá más rápido… y desearemos huir corriendo de allí.

¿Qué emociones existen?

Existen muchísimas emociones. Para intentar arrojar luz sobre los diferentes tipos de emociones, Paul Ekman, en 1972, definió seis emociones básicas o primarias: ira, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa. Estas emociones se considerarían primarias, universales, estarían presentes en las diferentes culturas y constituyen procesos de adaptación. Sin embargo, una investigación llevada a cabo por la Universidad de Glasgow, recientemente ha concluido que las emociones básicas no son seis, sino cuatro.

Por otro lado están las emociones secundarias, que siguen a las primarias y tienen que ver con las normas sociales y morales: por ejemplo enfado, amenaza, orgullo, satisfacción…

Otra de las clasificaciones de las emociones más comunes, es dividir las emociones en emociones positivas y negativas dependiendo del modo en que afectan al comportamiento de la persona. Las emociones positivas serían aquellas que nos hacen sentir bien y favorecen pensamientos y conductas “saludables”. Por ejemplo, la alegría o la gratitud serían emociones positivas. En contraposición estarían las emociones negativas, aquellas que nos resultan desagradables y suelen provocar el deseo de evitarlas. La tristeza, la ira o el miedo serían ejemplos de emociones negativas.

¿Para qué sirven las emociones?

Ligado a lo anterior, otra de las cuestiones importantes sobre las emociones es el hecho de que las emociones no son buenas y malas, aunque existan emociones agradables (alegría, orgullo, satisfacción, serenidad…)  y otras desagradables (miedo, tristeza, asco, ira…). Todas ellas tienen una función concreta que nos ayuda a sobrevivir. La supervivencia sería el fin último de las emociones, pero éstas cumplen con otros objetivos como:

  • Las emociones nos proporcionan información sobre lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
  • Las emociones sirven para motivar y organizar nuestra conducta, es decir, nos llevan a actuar de un determinado modo.
  • Las emociones sirven para comunicarnos con los demás y causar una respuesta en ellos.

A continuación podéis ver en la tabla donde se ejemplifican los tres objetivos fundamentales o funciones de algunas emociones.

Emoción

Información general

Función para uno

Función para los demás

Ira

Frustración de objetivos

Eliminar obstáculos o fuentes de frustración

Prevenir posibles ataques relacionados con los objetivos

Tristeza

Pérdida de algo importante o falta de eficacia

Reserva de energía

Reducción de actividad para prevenir trauma mayor

Suscitar compasión y empatía

Miedo

Percepción de peligro

Identificar la amenaza; promover ataque – huida

Indicar sumisión, prevenir ataques

Culpa

Reconocimiento de haber hecho algo mal cuando el escape no es posible

Da lugar a intentos de reparación

Producir posturas sumisas que reduzcan la posibilidad de ataque

Asco

Percepción de sustancias o individuos peligrosos

Repeler cosas nocivas

Repeler cosas nocivas

Vergüenza

Consciencia de ser observado

Proteger posibles violaciones de la intimidad

Indicar necesidad de intimidad

Extraído de: Para qué sirven las emociones. Avia, M.D. & Vazquez, C. (1994) El optimismo inteligente. Alianza. Madrid

Así, aunque todas las emociones que aparecen en la tabla no nos resulten muy agradables, no debemos tratar evitarlas. Si lo hacemos, pierden su función y no seremos capaces de observar la totalidad de la realidad en la que nos encontramos y, seguramente, las decisiones que elijamos en ese momento no sean del todo acertadas.

¿Qué hago cuando estoy bajo la influencia de una emoción (desagradable)?

Sentir emociones es inherente a nuestra naturaleza, pero para que las emociones resulten adaptativas y puedan ser útiles para nosotros, podemos seguir estos diferentes pasos:

  • Darme cuenta de qué estoy sintiendo. Ponerle nombre a mi emoción. Si no se qué emoción estoy sintiendo, no podré entender qué es lo que me quiere transmitir.
  • Analizar el porqué de la emoción. Buscar en la situación en la que me encuentre (o en el pasado) qué es lo que me hace sentir así. ¿Existe algo que crea que me ponga en peligro? ¿He hecho algo bien? ¿He sufrido alguna pérdida?
  • Entender la influencia de las emociones en mis pensamientos, mi cuerpo y mi forma de actuar. Por ejemplo, ante un posible reto si me siento contento/a puede que éste me parezca más fácil de conseguir, me concentre más y lo realice sin problema. Sin embargo, si ante el mismo reto siento miedo, puedo creer que es imposible que lo consiga y que no debo intentarlo, incluso puede que me sienta mal físicamente y que, al final, evite afrontar el reto.
  • Si la emoción es muy intensa, existen diferentes técnicas que pueden ayudar a manejarla: respiración, relajación, restructuración cognitiva, autoinstrucciones, etc.

De todos modos, hay que tener en cuenta que las emociones tienen una determinada duración, no son eternas, aunque en alguna ocasión así nos lo parezcan. Si crees que tus emociones son muy intensas o que no puedes controlarlas, la mejor opción es que busques a algún profesional que pueda ayudarte a manejarlas.

Xisca Rosselló
Psicóloga Adiba
Col. B2208

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